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La Restinga: la playa del fin del mapa y su secreto submarino

Carmen Martín Autor

¿Sabes esa sensación de llegar al final del mapa, donde la carretera ya no sigue? En El Hierro, ese lugar tiene nombre: La Restinga. A primera vista, verás un pueblo pesquero tranquilo y una pequeña playa de arena negra. Pero quédate un rato. Te voy a contar la historia que late bajo esa calma aparente, una historia de fuego, mar y vida que no sale en las postales.

La playa del pueblo: el corazón de La Restinga

No vengas aquí buscando una de esas playas kilométricas de Fuerteventura. Esto es otra cosa. La playa de La Restinga es el salón de estar del pueblo. Mide apenas 50 metros, pero en ese trocito de arena negra que te tuesta los pies a mediodía pasa de todo. Aquí es donde los chiquillos del pueblo aprenden a nadar, donde las familias bajan con la nevera los domingos y donde los viejos pescadores se sientan en el murete a arreglar el mundo.

El agua suele estar como un plato. El propio muelle del puerto la protege del oleaje, así que es un lugar seguro para un chapuzón sin sobresaltos. El ambiente es familiar, cercano. Huele a salitre, a crema solar y, si te acercas al puerto, a ese olor a pescado fresco que te abre el apetito. Es una playa para vivirla, no solo para tumbarse. Para sentir el pulso de un pueblo que vive de cara al mar, y también debajo de él.

El secreto que hierve bajo el agua: el Mar de las Calmas

Ahora viene lo bueno. La verdadera magia de La Restinga no está en la arena, sino bajo el agua. Estás a las puertas de la Reserva Marina del Mar de las Calmas, y eso, amigo, son palabras mayores. Te lo digo yo, que he tirado el anzuelo en muchos sitios: lo que hay aquí abajo no se ve en cualquier parte.

Hace unos años, no muchos, la tierra aquí tembló y el mar, literalmente, empezó a hervir a pocas millas de la costa. Nació un volcán submarino, el Tagoro. Fue una época de miedo e incertidumbre para la gente de aquí. Como periodista, recuerdo las crónicas, los barcos científicos, la mancha en el agua. Pero las islas son así, resilientes. Lo que parecía una catástrofe se convirtió en un milagro. El volcán soltó nutrientes y la vida marina explotó de una forma que ni los biólogos se esperaban.

Hoy, bucear en La Restinga es como asomarse a un laboratorio natural. Te vas a cruzar con meros del tamaño de un niño, mantas que parecen bailar en el azul y una cantidad de vida que te deja sin palabras. Los clubes de buceo del muelle están llenos de gente de todo el mundo que viene solo por esto. Si nunca has buceado, este es el sitio para hacer un bautismo. Confía en mí, no lo olvidarás.

Consejos para un día en La Restinga

  • Aparcamiento: El artículo dice que hay más de 100 plazas. Sí, pero en verano o un fin de semana con sol, o vienes antes de las diez de la mañana o te tocará dar más vueltas que un trompo. Paciencia.
  • Para comer: Olvídate de lujos. Aquí se viene a comer buen pescado. Acércate a cualquiera de los restaurantes que dan al muelle, mira la pizarra y pregunta por “el pescado del día”. Lo que te ofrezca el camarero, recién salido del barco, será un acierto.
  • Más allá de la toalla: Si no te apetece bucear, alquila un kayak o una tabla de paddle surf. Remar por la bahía con esa calma es una gozada. Y si el viento aprieta, coge el coche y en diez minutos estás en Tacorón, una cala de rocas resguardada que es una maravilla.
  • El ritmo del pueblo: No tengas prisa. Observa cómo llegan los barcos de pesca, cómo los buceadores preparan sus equipos con una calma casi ritual. La Restinga tiene su propio compás, y lo mejor que puedes hacer es dejarte llevar por él.

La Restinga es mucho más que el pueblo más al sur de España. Es un lugar forjado por el fuego, sanado por el mar y habitado por gente que sabe esperar. La próxima vez que vengas, avisa. Nos tomamos algo en el muelle mientras vemos caer el sol y, con suerte, te presento a algún viejo lobo de mar que te contará historias aún mejores que esta.

Preguntas frecuentes

¿Es una playa recomendable para ir con niños pequeños?

Sin duda. Es de las más seguras que te vas a encontrar. El muelle del puerto la protege y casi nunca hay oleaje. Además, al estar en el mismo pueblo, tienes todos los servicios a mano: baños, duchas, y sitios para comprar un helado o algo de beber. Es donde aprendimos a nadar muchos de aquí.

¿Necesito ser un experto para bucear en La Restinga?

Para nada. De hecho, es un sitio estupendo para empezar. Todos los centros de buceo del puerto ofrecen “bautismos”, que es una primera inmersión con un instructor que no te suelta ni un segundo. Y si no te atreves, con unas gafas y un tubo ya vas a alucinar con la cantidad de peces que se ven cerca de las rocas.

¿Cuál es la mejor época del año para visitar la zona?

El Hierro tiene un clima suave todo el año. Para bañarse en la playa, cualquier momento es bueno. Si tu interés principal es el buceo, los meses de otoño, de septiembre a noviembre, suelen tener el mar más en calma y el agua con una visibilidad espectacular. Pero vamos, que aquí se bucea los 365 días del año.

¿Se come bien por allí? ¿Alguna recomendación?

Se come de maravilla, siempre que te guste el pescado. No busques cartas muy elaboradas. El truco es sencillo: entra en cualquier restaurante con vistas al puerto, ignora la carta y pregunta: “¿Qué tienen fresco de hoy?”. Lo que te digan, con unas papas arrugadas y mojo, y no te equivocas.

¿Cómo llego a La Restinga si no tengo coche de alquiler?

Hay servicio de guaguas (autobuses) que conectan toda la isla, pero las frecuencias no son las de una gran ciudad. Se puede llegar, pero te condiciona mucho los horarios. Mi consejo sincero es que alquiles un coche. El Hierro es una isla para perderse por sus carreteras secundarias, y con un coche tendrás esa libertad.

Aparte de la playa y el buceo, ¿qué más puedo hacer en la zona?

Estás en una de las zonas más singulares de la isla. Puedes conducir por los paisajes volcánicos del sur, que parecen de otro planeta. Acércate al Faro de Orchilla, el antiguo “Fin del Mundo”. O visita el pueblo de El Pinar, entre bosques de pino canario. Y por supuesto, simplemente pasear por el muelle de La Restinga al atardecer es un planazo en sí mismo.

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