
¿Sabes esos días en los que solo quieres que el mar se esté quieto? Que no haya olas, ni corrientes traicioneras, ni sorpresas, solo sol y agua tranquila para flotar y olvidarse de todo. En Gran Canaria tenemos costas que son pura furia y belleza salvaje, pero a veces, muy de vez en cuando, uno necesita una tregua. Y para eso, amigo mío, se inventó la playa de Amadores. Te voy a contar por qué a veces una playa “de mentira” es justo lo que uno necesita para sentirse de verdad.
Lo primero que tienes que saber de Amadores, y te lo digo de corazón, es que no es una playa que la naturaleza pusiera ahí. Es una obra de ingeniería pensada para el descanso absoluto. Y eso, que podría sonar mal, es precisamente su encanto. Los dos grandes diques que la abrazan por los lados son como dos brazos que le dicen al Atlántico: “Hasta aquí, compañero, en este rincón mandamos nosotros”.
El resultado es una bahía de casi medio kilómetro donde el agua parece un plato. El color es de un turquesa que hipnotiza, en parte porque su arena no es la nuestra, la oscura y volcánica. Es arena clara, traída de fuera, más suave y que no quema tanto los pies. Aquí no oirás el rugido de las olas, sino el murmullo tranquilo del agua lamiendo la orilla y las conversaciones lejanas. Es la banda sonora de la calma.
Por eso aquí hay reglas que en otras playas sonarían raras: ni música alta, ni juegos de pelota. No es un lugar para montar jaleo, es un sitio para recargar las pilas. Ideal si vienes con niños pequeños que pueden chapotear en la orilla sin peligro, o si, como yo a veces, solo te apetece tumbarte en una hamaca y leer un libro hasta que el sol empiece a bajar.
Amadores no se entiende del todo sin su vecino, Puerto Rico. Un paseo marítimo de un kilómetro los une bordeando la costa. Hacer ese camino es parte de la experiencia. Conozco a gente que lo recorre cada mañana, casi como una meditación. El sol te da en la cara, la brisa huele a salitre y a crema solar, y las vistas de la bahía van cambiando con cada paso.
Pero si me pides un momento, uno solo, te diré que hagas ese paseo al atardecer. Camina sin prisa desde Puerto Rico hacia Amadores mientras el cielo empieza a teñirse de naranjas y rosas. Y ahora viene lo bueno: muchos días, si el aire está limpio de calima, el sol se pone justo detrás de la silueta de un gigante: el Teide, en la isla de Tenerife.
Es un espectáculo que te deja sin palabras. La gente en la playa, en las terrazas, en el mismo paseo, se para. Se hace un silencio especial, solo roto por alguna cámara. Es como si todos entendiéramos que estamos viendo algo importante. En ese momento, da igual que la arena no sea de aquí o que la playa la hiciera un hombre. La belleza es auténtica.
No es que sea recomendable, es que está prácticamente diseñada para ellos. La ausencia de oleaje la convierte en una piscina gigante y segura donde pueden jugar en la orilla sin peligro. Además, tiene todos los servicios a mano: baños, duchas, restaurantes… Para una familia, es comodísima.
Fácil. La guagua (como llamamos aquí al autobús) te deja muy cerca. Las líneas que van hacia Puerto Rico o al Puerto de Mogán desde Las Palmas o Maspalomas suelen tener parada en la zona. Solo tienes que caminar unos minutos. Es una opción muy cómoda para no preocuparte del aparcamiento.
Buena pregunta. No, no lo es. La nuestra es más oscura, volcánica. La arena de Amadores se trajo de fuera, del Caribe si no recuerdo mal, para darle ese aspecto paradisíaco. Es más fina y no se calienta tanto, pero que no te engañe el color, estás en el Atlántico.
Depende de lo que busques. Si quieres paz y silencio, ve a primera hora de la mañana, entre las 9 y las 11. Para el mediodía ya hay más ambiente. Pero para mí, el momento mágico es a partir de las 6 de la tarde, cuando la mayoría se va y la luz del atardecer lo cambia todo.
Aquí la cosa va de calma. En Amadores como tal, lo más que verás son patines de pedales. Si buscas más acción como motos de agua, parasailing y ese tipo de actividades, solo tienes que dar el paseo hasta la playa de Puerto Rico, que está al lado y tiene una oferta mucho más amplia.
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