
¿Sabes esa sensación de caminar un rato bajo el sol y, de repente, encontrar un rincón que parece hecho solo para ti? En La Graciosa, esa recompensa existe, te lo aseguro. Hay un sitio, que más que una playa es un refugio, al que los gracioseros escapamos cuando el viento se pone terco. Te voy a contar cómo llegar a La Cocina, pero shhh, guárdame el secreto.
No te voy a mentir, para llegar a La Cocina hay que ganárselo un poco. Aquí no aparcas el coche y pones la toalla. Desde Caleta de Sebo, el pueblo, tienes dos opciones: una buena caminata o un paseo en bicicleta por pistas de tierra. A mí me gusta más la bici, sentir el polvo del camino y el sol en la cara. Pasas la playa de La Francesa, que ya es una maravilla, y sigues un poco más. Cuando crees que ya no hay nada, aparece.
Lo primero que ves es la Montaña Amarilla. Es imponente, un gigante de tonos ocres y dorados que parece vigilar la costa. Y justo a sus pies, como un pequeño secreto que guarda con celo, está la cala. Es una media luna de arena blanca y fina, tan protegida que el agua parece un plato. El contraste de colores es algo que no se olvida: el amarillo de la montaña, el turquesa casi transparente del agua y el blanco de la arena. El silencio es lo siguiente que te golpea. Aquí solo se oye el suave murmullo del mar y alguna pardela si tienes suerte.
Como pescador, te digo que estos lugares son joyas. La montaña la protege del alisio, ese viento nuestro que a veces no da tregua. Por eso el mar está tan quieto. Es un refugio natural para los peces pequeños. Si te llevas unas gafas y un tubo, vas a disfrutar como un niño viendo sargos, viejas y fulas nadando a tu lado sin miedo. Es como meter la cabeza en un acuario.
Ojo, que esto es importante. A La Cocina se va con todo lo necesario, porque allí no hay absolutamente nada. Ni un quiosco, ni una sombra, ni una ducha. Es naturaleza en estado puro, y así es como nos gusta.
Hay un detalle que hace este lugar aún más especial. Cuando te estás bañando en esas aguas tranquilas, si miras al frente, tienes una de las vistas más espectaculares de Canarias: los acantilados de Famara, en Lanzarote. Ver ese muro de piedra gigante desde la paz de La Cocina es una sensación que te reconcilia con todo. Es como estar en un palco de primera fila viendo una de las grandes obras de la naturaleza.
La gente se pregunta por qué se llama “La Cocina”. Los viejos de la isla cuentan que es porque, al estar tan resguardada del viento, el calor se concentra. Dicen que aquí el sol te “cocina” a fuego lento, sin que te des cuenta. Y tiene sentido. Es un pequeño horno natural, un lugar para dejar que el sol te seque la piel salada después de un buen baño. La próxima vez que vengas, avísame. Igual me escapo contigo y nos llevamos un bocadillo de pulpo para comer en la orilla.
No es difícil, pero requiere un pequeño esfuerzo. Olvídate del coche. Desde Caleta de Sebo puedes ir caminando (una hora, más o menos) o en bicicleta (unos 30-40 minutos). El camino es una pista de tierra, así que es mejor llevar zapatillas que cholas. La recompensa merece la pena, te lo aseguro.
¿Necesito llevar algo especial para pasar el día allí?
Fundamental. Piensa que vas a un sitio virgen, allí no hay nada de nada. Tienes que llevar agua en abundancia, comida, protector solar y una gorra o sombrero. Y por lo que más quieras, no te olvides de unas gafas de buceo y un tubo. Ver los fondos marinos de esa cala es parte de la experiencia.
Es perfecta, de las mejores. Es como una piscina natural gigante. El agua no cubre hasta muy adentro, no hay olas ni corrientes peligrosas gracias a la protección de la montaña. Los niños pueden jugar en la orilla con total tranquilidad mientras tú disfrutas del paisaje. Eso sí, el camino puede ser un poco largo para los más pequeños.
Depende de lo que busques. Si quieres paz absoluta, ve a primera hora de la mañana. Probablemente la tendrás para ti solo. Si buscas la mejor luz para las fotos, el atardecer es espectacular, cuando el sol pinta la Montaña Amarilla de tonos rojizos. Evita las horas centrales del día en verano si no llevas sombrilla, porque el sol aprieta.
La Cocina es pequeña, así que en temporada alta puede tener más gente de la que uno espera. Si te pasa, no te preocupes. Justo antes de llegar tienes la Playa de La Francesa, que es mucho más grande y también espectacular, con unas vistas increíbles. Es otra maravilla, aunque con un poco más de brisa.
La más importante es el sentido común. Estás en un Parque Natural y Reserva de la Biosfera. Eso significa que todo lo que lleves contigo, tiene que volver contigo, especialmente la basura. No te lleves piedras ni conchas, no molestes a los animales y respeta la tranquilidad del lugar. Es un tesoro que cuidamos entre todos.
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