
¿Sabes esa foto de una playa perfecta, solitaria, de arena casi blanca y agua turquesa? La mayoría piensa que es un montaje de catálogo. En La Graciosa, ese lugar existe y se llama Las Conchas. Pero te voy a contar lo que la foto no te dice: a esta belleza hay que tratarla con el respeto que se le tiene a un rey, porque aquí el que manda es el Atlántico.
Llegar a Las Conchas no es como ir a cualquier playa. Es parte del ritual. Puedes coger una bici o uno de esos taxis 4x4 que son la estampa de la isla, sí. Pero los que queremos ganárnosla de verdad, los que buscamos algo más que la foto, vamos a pata. Son unos cuarenta y cinco minutos desde Caleta de Sebo, un paseo por pistas de tierra donde el único ruido es el del viento y el de tus propios pensamientos.
Caminas bajo el sol, con la silueta roja de Montaña Bermeja vigilándote a un lado. Sientes el calor en la nuca y el polvo fino pegándose a la piel. Parece que no vas a llegar nunca, pero es precisamente ese esfuerzo, esa pequeña peregrinación, la que te prepara para lo que vas a ver. Es como si la isla te pidiera un pequeño peaje para mostrarte su mayor tesoro.
Y de repente, tras una pequeña loma, aparece. Y te quedas mudo. No es una forma de hablar, es que se te corta la respiración. Un arco perfecto de más de medio kilómetro de arena dorada, tan fina que parece harina tostada. Y el mar… el mar es de un color que no debería existir, un azul que cambia con cada nube que pasa por el cielo.
Enfrente, como dos gigantes dormidos, tienes los islotes de Montaña Clara y Alegranza. Los pescadores de la zona llamamos a ese brazo de mar “El Río”, y créeme, de río tiene poco. Aquí el océano Atlántico entra sin filtros, con toda su fuerza. El sonido de las olas rompiendo es un estruendo constante, una música poderosa que te limpia por dentro. Es una playa para sentarse en la orilla y mirar. Simplemente mirar y entender.
Ahora viene la parte importante, la que te cuento como si fueras de la familia. Mira, te lo digo de corazón: no te bañes. Sé que el agua te llama, que parece un paraíso, pero las corrientes aquí son de las más traicioneras de Canarias. Las llamamos “los rabiones”, y son como ríos invisibles que te arrastran mar adentro en un suspiro. He visto a gente con mucha experiencia pasar apuros. Disfrútala desde la arena, siente el rocío, mójate los pies en la orilla si el día está muy tranquilo, pero no le pierdas el respeto.
Hay playas para bañarse y playas para pensar. Las Conchas es de las segundas. Es un lugar que te pone en tu sitio, que te recuerda lo pequeños que somos frente a la inmensidad del mar. La próxima vez que vengas, avisa. Quizás nos crucemos por el camino y te cuente alguna historia de los viejos que faenaban por esa costa cuando no había ni pistas.
Sí, y no es una exageración para asustar a los turistas. Las corrientes submarinas son muy fuertes y pueden arrastrar incluso al nadador más experto. Es una playa para admirar su belleza salvaje desde la seguridad de la arena. Si quieres un baño tranquilo en La Graciosa, tienes otras opciones más seguras cerca de Caleta de Sebo, como la playa de La Laja.
¿Cuál es la mejor forma de llegar: a pie, en bici o en taxi 4x4?
Depende de lo que busques. Si quieres vivir la experiencia completa y no te importa sudar un poco, ir a pie es una maravilla. En bici es más rápido y sientes la brisa, pero algunos tramos tienen bastante arena y cuestan un poco. El taxi 4x4 es la opción más cómoda y rápida, ideal si vas con poco tiempo o con personas que no pueden caminar mucho.
No, absolutamente nada. Y esa es parte de su encanto. Tienes que llevar contigo toda el agua y la comida que vayas a necesitar para el tiempo que pases allí. Y, por supuesto, llévate de vuelta toda tu basura. La Graciosa es una Reserva de la Biosfera y hay que cuidarla como lo que es: una joya.
¿Es una playa recomendable para ir con niños pequeños?
Para jugar en su enorme extensión de arena, sí. Es un paraíso para correr, hacer castillos y buscar conchas. Pero hay que tener mil ojos con el agua y no dejar que se acerquen solos a la orilla por el fuerte oleaje. Si el plan principal es el baño, es mejor elegir otra playa.
Son parte del Archipiélago Chinijo, la mayor reserva marina de Europa. El más cercano y con forma de sombrero es Montaña Clara, y el más grande y alejado es Alegranza. Son islotes deshabitados y protegidos, el hogar de miles de aves marinas. La vista desde Las Conchas es, sencillamente, uno de los paisajes más potentes de todas las Canarias.
El nombre es bastante literal. Cuando paseas por la orilla, te das cuenta de que la arena está salpicada de miles y miles de conchas de todos los tamaños y formas que el mar ha ido depositando a lo largo de los siglos. Es fácil pasar un buen rato agachado buscando las más curiosas.
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