
¿Sabes esa sensación de llegar a un sitio nuevo y sentirte en casa al instante? Mucha gente se baja del barco en La Graciosa y corre a buscar las playas lejanas, las famosas. Pero déjame contarte un secreto que aprendí hace años, primero como guía y luego simplemente como uno más: el verdadero pulso de la isla, su primer latido, lo sientes justo ahí, en la playita del pueblo, Caleta de Sebo.
No te voy a engañar, no es la playa más grande ni la más salvaje que vas a ver en la isla. Pero es, sin duda, la que tiene más alma. Piensa en ella no como una playa, sino como el salón de estar de Caleta de Sebo. Al bajar del ferry, la tienes ahí mismo a la izquierda, una pequeña curva de arena dorada que parece decirte “bienvenido, relájate un poco”.
Aquí el tiempo se mide de otra manera. El ritmo lo marcan los barcos que llegan de Órzola y los marineros que, al caer la tarde, se sientan a remendar las redes. He pasado horas viendo a los chiquillos del pueblo aprender a nadar en esas aguas mansas, mientras sus abuelos los vigilan desde el murete, comentando la pesca del día. Huele a salitre, a sol en la piel y, si te fijas, al mediodía te llega el aroma del pescado fresco que se está cocinando en los restaurantes de detrás.
El agua aquí es un remanso de paz. El puerto la protege y crea una piscina natural. Y la vista… ay, la vista. Tener enfrente el Risco de Famara, en Lanzarote, es como mirar un cuadro que cambia de color cada hora. Verlo al amanecer, con la bruma, o al atardecer, cuando se tiñe de rojo, es algo que te reconcilia con todo.
Es perfecta, probablemente la mejor de la isla para ellos. El agua es muy tranquila, como una piscina, y apenas cubre. Además, tienes todos los servicios (baños, tiendas, restaurantes) a un paso, lo que te quita muchos quebraderos de cabeza.
Depende de lo que busques. Para una tranquilidad casi absoluta, antes de las 10 de la mañana. Para ver la vida del pueblo y disfrutar del ambiente, a partir de las 5 de la tarde, cuando el sol afloja y los locales la reclaman como suya. El mediodía es más animado por los que acaban de llegar.
Puedes, pero no es necesario. La gran ventaja de esta playa es que formas parte del pueblo. Si el sol aprieta, te sientas en la terraza de un bar bajo una sombrilla y sigues disfrutando de las vistas. Y para comer, tienes algunas de las mejores cocinas de la isla a treinta segundos andando.
Para nada es solo de turistas, ¡es el corazón social del pueblo! Es donde verás a los pescadores charlando, a las familias reunidas los fines de semana y a los jóvenes quedando al atardecer. Si quieres sentir el pulso real de La Graciosa, este es el sitio. Siéntate, observa y disfruta.
No te preocupes, estás en el punto de partida perfecto. Si te apetece más espacio, puedes caminar unos minutos hacia la derecha (mirando al mar) y llegarás a la playa de La Laja, un poco más amplia. O alquila una bici y en 15 minutos estarás en playas espectaculares. Caleta de Sebo es la bienvenida, no el único destino.
¿Te ha gustado este artículo? ¡Compártelo con tus amigos y familiares!